Otra decepción más
¡Oh! ¡Vaya! Por si no fuera suficiente con el problema de la simultaneidad, ahora me encuentro el problema de la visibilidad. Con tantos problemas metodológicos, ¿cómo diablos pueden lograr nada las llamadas ciencias sociales? (también, ¿consiguen resultados o es una ilusión de los sentidos?).
Un resumen rápido. Cuando yo terminé la carrera me apunté al Curso de Aptitud Pedagógica, obligatorio para las oposiciones, donde me encontré a un montón de pedagogos que sabían muuucho más que nosotros sobre estrategias educativas, sus implementaciones e inconvenientes. Como no hice la mili, considero que ese fue el período más absurdo de mi vida; estuve meses, varias horas al día, tragándome un montón de ideas expresadas en ese pretencioso lenguaje suyo, ambiguo, inconsistente y no formalizado, que después calculé que se podían ofrecer en sólo dos sesiones: mostrando esquemas del proceso de aprendizaje en el ser humano, y con una revisión histórica de las últimas tendencias educativas para reforzarlo. Y si acaso, dedicar el resto de la semana a mostrar casos prácticos aplicados a nuestra rama de conocimiento (física y química, en mi caso).
Bueno, claramente se ve que no quedé muy satisfecho. Pero el caso que quería comentar es que un día una de las profesoras se empeñó en que comentáramos casos de machismo evidente que hubiéramos observado en nuestro entorno cotidiano, ya que todo el mundo sabe que la sociedad actual todavía es machista por mucho que se esté esforzando desde la educación en igualdad... blah, blah, blah... gracias a programas especiales desarrollados por esforzados profesionales... blah, blah, blah... y así sale en todos los periódicos. Pero no encontrábamos ningún caso que fuera obviamente machista, de esos en que lo ves y piensas ¡pero qué malvada es la gente!, sino que eran pequeñas cosas que lo mismo era descuido que mala fe o simple falta de aptitudes... y nuestra eminente profesora no estaba nada satisfecha. En vez de su conclusión, que no nos esforzábamos, a mí me sugirió otra: que nuestra generación ya no era machista, nuestro entorno ya no lo fomentaba (la universidad, la ciudad natal de mediano tamaño, la familia con titulados superiores, compañeros de residencia...), y que eran las generaciones anteriores, a donde pertenecía ella, las que mantenían y permitían esos comportamientos machistas y las que se veían reflejadas en las encuestas. Tan pronto esa generación fuera historia (se llama relevo generacional), el problema disminuiría varios órdenes de magnitud (ya que siempre hay casos extremos). Y durante mucho tiempo mantuve esa idea sin madurarla mucho más.
Pero siempre hay un pero. Estaba hoy, han pasado ya varios años de aquello, hablando con una amiga de mi misma edad y también universitaria y sí que pudo empezar a darme ejemplos de discriminación que había sufrido sólo por ser mujer: episodios sobre la educación recibida de la familia sobre qué podía y qué no podía o debía hacer con su tiempo libre, cuando jugaba con los vecinos, con algún profesor en la carrera, con alguna empresa al pedir prácticas... No sé qué provocará esa diferencia entre su experiencia y la mía, pero eso demuestra que yo estaba equivocado, que mi generación no está a salvo de ser víctima del machismo (y por tanto de practicarlo inconscientemente más adelante), y que debemos seguir insistiendo al menos durante otra generación más para que el mensaje le llegue a todos.
La conclusión rápida a la que llego y que me obliga a escribir esta entrada antes de que se pervierta es: que yo, a salvo de ser víctima del machismo por el simple hecho de ser hombre, tengo menos capacidad para identificarlo que cualquier mujer. Regla De La Visibilidad. Si un problema te afecta, es más fácil de reconocer; y viceversa, el estudio teórico no puede sustituir a la experiencia (se puede aplicar directamente al tema de la cooperación internacional).
Y esa conclusión en realidad no invalida la idea que saqué aquel curso del relevo generacional como mecanismo principal de la evolución y renovación de las ideas, ni rehabilita a aquellos profesores que sufrí. Una anécdota. Un dibujo del artista Quino que aparecía en el material de estudio y donde aparecía una máquina por donde entraban diferentes niños y niñas para transformarlos en un único modelo de niño, y que para mí era una metáfora de la maquinaria educativa, sin más, en las manos de la misma profesora de antes se convirtió casi en un tratado ocultista donde cada trazo expresaba un idea: que si salen niños en vez de niñas porque el sistema es machista (vale, puede entenderse así o para mí que puede entenderse como un refuerzo de la idea general de "se produce un modelo único de persona"), que si la máquina estaba manejada por hombres con bata, claramente científicos, para indicar que la educación puede manipularse (para mí que aparecen mecánicos para indicar que es una máquina), que si la máquina tiene antenas para recordarnos el poder de manipulación de los medios y en especial la televisión (para mí que están ahí para darle la imagen de máquina complicada), y la mejor, que alrededor de la máquina no aparecía florecitas que sí aparecían en otro lugar para indicar que la manipulación producida por la máquina es antinatural (para mí, que quedaba demasiado espacio vacío en algunos lugares de la viñeta y que había que llenarlos). Ese día redescubrí la frase "la malicia está en los ojos del observador".
Un resumen rápido. Cuando yo terminé la carrera me apunté al Curso de Aptitud Pedagógica, obligatorio para las oposiciones, donde me encontré a un montón de pedagogos que sabían muuucho más que nosotros sobre estrategias educativas, sus implementaciones e inconvenientes. Como no hice la mili, considero que ese fue el período más absurdo de mi vida; estuve meses, varias horas al día, tragándome un montón de ideas expresadas en ese pretencioso lenguaje suyo, ambiguo, inconsistente y no formalizado, que después calculé que se podían ofrecer en sólo dos sesiones: mostrando esquemas del proceso de aprendizaje en el ser humano, y con una revisión histórica de las últimas tendencias educativas para reforzarlo. Y si acaso, dedicar el resto de la semana a mostrar casos prácticos aplicados a nuestra rama de conocimiento (física y química, en mi caso).
Bueno, claramente se ve que no quedé muy satisfecho. Pero el caso que quería comentar es que un día una de las profesoras se empeñó en que comentáramos casos de machismo evidente que hubiéramos observado en nuestro entorno cotidiano, ya que todo el mundo sabe que la sociedad actual todavía es machista por mucho que se esté esforzando desde la educación en igualdad... blah, blah, blah... gracias a programas especiales desarrollados por esforzados profesionales... blah, blah, blah... y así sale en todos los periódicos. Pero no encontrábamos ningún caso que fuera obviamente machista, de esos en que lo ves y piensas ¡pero qué malvada es la gente!, sino que eran pequeñas cosas que lo mismo era descuido que mala fe o simple falta de aptitudes... y nuestra eminente profesora no estaba nada satisfecha. En vez de su conclusión, que no nos esforzábamos, a mí me sugirió otra: que nuestra generación ya no era machista, nuestro entorno ya no lo fomentaba (la universidad, la ciudad natal de mediano tamaño, la familia con titulados superiores, compañeros de residencia...), y que eran las generaciones anteriores, a donde pertenecía ella, las que mantenían y permitían esos comportamientos machistas y las que se veían reflejadas en las encuestas. Tan pronto esa generación fuera historia (se llama relevo generacional), el problema disminuiría varios órdenes de magnitud (ya que siempre hay casos extremos). Y durante mucho tiempo mantuve esa idea sin madurarla mucho más.
Pero siempre hay un pero. Estaba hoy, han pasado ya varios años de aquello, hablando con una amiga de mi misma edad y también universitaria y sí que pudo empezar a darme ejemplos de discriminación que había sufrido sólo por ser mujer: episodios sobre la educación recibida de la familia sobre qué podía y qué no podía o debía hacer con su tiempo libre, cuando jugaba con los vecinos, con algún profesor en la carrera, con alguna empresa al pedir prácticas... No sé qué provocará esa diferencia entre su experiencia y la mía, pero eso demuestra que yo estaba equivocado, que mi generación no está a salvo de ser víctima del machismo (y por tanto de practicarlo inconscientemente más adelante), y que debemos seguir insistiendo al menos durante otra generación más para que el mensaje le llegue a todos.
La conclusión rápida a la que llego y que me obliga a escribir esta entrada antes de que se pervierta es: que yo, a salvo de ser víctima del machismo por el simple hecho de ser hombre, tengo menos capacidad para identificarlo que cualquier mujer. Regla De La Visibilidad. Si un problema te afecta, es más fácil de reconocer; y viceversa, el estudio teórico no puede sustituir a la experiencia (se puede aplicar directamente al tema de la cooperación internacional).
Y esa conclusión en realidad no invalida la idea que saqué aquel curso del relevo generacional como mecanismo principal de la evolución y renovación de las ideas, ni rehabilita a aquellos profesores que sufrí. Una anécdota. Un dibujo del artista Quino que aparecía en el material de estudio y donde aparecía una máquina por donde entraban diferentes niños y niñas para transformarlos en un único modelo de niño, y que para mí era una metáfora de la maquinaria educativa, sin más, en las manos de la misma profesora de antes se convirtió casi en un tratado ocultista donde cada trazo expresaba un idea: que si salen niños en vez de niñas porque el sistema es machista (vale, puede entenderse así o para mí que puede entenderse como un refuerzo de la idea general de "se produce un modelo único de persona"), que si la máquina estaba manejada por hombres con bata, claramente científicos, para indicar que la educación puede manipularse (para mí que aparecen mecánicos para indicar que es una máquina), que si la máquina tiene antenas para recordarnos el poder de manipulación de los medios y en especial la televisión (para mí que están ahí para darle la imagen de máquina complicada), y la mejor, que alrededor de la máquina no aparecía florecitas que sí aparecían en otro lugar para indicar que la manipulación producida por la máquina es antinatural (para mí, que quedaba demasiado espacio vacío en algunos lugares de la viñeta y que había que llenarlos). Ese día redescubrí la frase "la malicia está en los ojos del observador".
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