miércoles, noviembre 02, 2005

Educar a la infancia en civismo usando pegatinas

A pesar de que tengo permiso de conducir, no me gusta hacerlo, y ni siquiera he comprado coche. También evito coger el bus para moverme por la ciudad. No hay metro. No hay tranvía. No hay trenes de cercanías. Pero como prefiero caminar, no me molesta. Soy un peatón convencido. Por eso también soy sensible a las faltas de respeto que algunos conductores cometen sobre los peatones. A pesar de lo que dice el código de circulación, que todos han tenido que estudiar, no me dan preferencia en los pasos de peatones ni en las incorporaciones a la via principal, no se detienen ante la luz ámbar del semáforo (recuerda, detenerse en condiciones de seguridad ante el ámbar, y detenerse necesariamente ante el rojo), aparcan donde encuentran un hueco sin respetar señales, incluso sobre pasos de peatones o bloqueándome las aceras, y da lo mismo que se suban y destrocen el pavimento.

Esto último es lo que más me fastidia. Vale que un conductor se vea limitado por el comportamiento de los otros, que la mala leche acumulada detrás del volante a lo largo del dia provoque situaciones de tensión, que le produzca frustación salir y conducir exactamente hasta el trabajo y luego de vuelta, pasito a pasito, a una velocidad media ridícula, a la vez que tiene que vigilar todo a su alrededor por si se encuentra algún listillo... pero donde no se puede aparcar, no se puede. La prohibición no es por capricho, sino por sentido común, y cuando se incumple puede provocar desde simples molestias a accidentes graves.

Para mí es un problema como peatón, y tengo una idea para él: pegatinas.

Se me ocurre llevar a los colegios de primaria y secundaria una nueva actividad extraescolar, ayudar a educar en civismo. Para ello se dedicarían unas clases a explicar a los chavales dónde dice el código de circulación que se permite aparcar (y aprovechar también para enseñarles normas de urbanidad para cuidar y proteger la ciudad), poner ejemplos gráficos, con cartulinas y colorines, hacer algún ejercicio práctico donde se apunten y contabilicen como puntos las infracciones que se ven de camino a casa... lo que sea necesario para metérselo bien en la cabeza. Y luego, otro día, repartirles puñados de pegatinas de tamaño diez por veinte cm para que peguen en el parabrisas de los coches mal aparcados, justo en la zona de visión del conductor, para que no se pueda mover el coche sin retirarla.

Las pegatinas tendrían frases como "Has aparcado mal. Eso me molesta a mí y a los que pasamos por aquí todos los días", "Has aparcado mal y nos interrumpes el paso", "Estás destrozando las aceras", "Es una vergüenza que tenga que decirtelo yo, pero es que no puedes aparcar ahí", "Mal, ahí no se aparca", "Mal aparcado", "Un paso de peatones no es sitio para aparcar", "Por aquí no pasa mi silla de ruedas" y similares. Casi cualquier mensaje sería bueno, porque el cabreo que cogería un conductor al ver su coche marcado no le permitiría leer muy bien el contenido. Pero se trataría de eso, devolver incomodidad por incomodidad, porque aparcar mal supondría ganarse una pegatina en el parabrisas.

Que los escolares colaboraran para educar a los conductores me parece algo positivo, todos aprenden algo, y pueden ser tremendamente insistentes y quisquillosos con las normas, y se aprovecha todo su potencial destructivo en una tarea inocua. Quiero decir, es mejor pegarles pegatinas que romperles los faros, ¿no? Si se reparten pegatinas todos los fines de semana durante un mes, sería suficiente para que el mensaje quedara claro entre los conductores: el código es para respetarlo. Sobre todo si el ayuntamiento y los guardias de tráfico apoyan la idea y se desentienden de las posibles denuncias. ¿Es posible que fomentar temporalmente el vandalismo juvenil sea una estrategia educativa? Estoy seguro de que a quien tenga coche le parecerá como mínimo arriesgado, pero mirado desapasionadamente es una forma de participación ciudadana, y cuanto antes comiencen, mejor.

También me imagino que siempre habrá alguien que sea un innovador y descubra que si le da el doble de pegamento es más difícil de despegar, o que si a la pegatina se le dan unos cortes se rompe al retirarla, o que se le han acabado las pegatinas y tiene que recurrir a la pintura acrílica... así que no es conveniente que el experimento se prolongue más allá de un par de meses.