lunes, octubre 24, 2005

Seis manera de definirme

Según el test último de usabilidad, a los lectores les interesa poder asignar una cara a los blogs que leen, Jakob Nielsen dixit. Pues lo siento. No me he presentado formalmente todavía, pero no lo hago porque no sé cómo definirme. No creo que mi nombre, ni mi foto, tengan algo que decir de mí. Soy lo que crees que soy. Lo que ves.

Soy una vaca en Internet, una cualquiera, así que la información de contacto del blog es más que suficiente. Dentro de un tiempo, cuando se me pase la novedad de escribir a un público anónimo, cuando desaparezca esa paranoia de novato, cuando me haya asentado en un estilo de escritura concreto, cuando haya encontrado un fin, o cuando mi ego lo necesite, tendré que hacerlo para no pecar de cobardía. Pero de momento dejadme escribir así, que estoy más cómodo. Pooor faaaavooor.

Para el problema de definirme hoy día, se me ocurren las siguientes posibilidades, y yo estaré en la intersección de todas ellas.

Definirme por lo que ve la gente en el mundo real. Hombre, miope, rubio, metro ochenta y cinco, y ciento diez kilos de peso. Límites normales en los resultados de la última espirometría, control de visión, audiometría y electrocardiograma. Sobrepeso, una pequeña dislipemia (dichosos triglicéridos) y altos niveles de transaminasa ALT. Hematología correcta (hemograma y fórmula leucocitaria), orina correcta y bioquímica controlada. Alérgico al polen de gramíneas, plantago y platanus. Sin gusto para vestir. Callado. Introvertido.

Definirme por aquello en lo que, en teoría, estoy capacitado. Licenciatura en físicas por la USC, especialidad de electrónica y también especialidad de optoelectrónica, con tesina, e intentando sacar ahora una tesis. Doctorado. CAP. Ingeniería informática por la UNED (aún no, faltan cuatro asignaturas que caen este año). Mileurista. Trabajando con contrato en la universidad en proyectos de computación Grid, de herramientas GIS y de lo que salga. Cinco idiomas. Castellano, gallego, inglés, francés y alemán, aunque este último lo olvido a pasos agigantados. Programador autodidacta. C, C++, Java, PHP, Perl, Modula-2, Lisp, Prolog, dialectos del BASIC y ensamblador. Usuario GNU/Linux. SuSE, Ubuntu y Debian. Miembro de Hispalinux y de un LUG de reciente creación. Lector compulsivo de ciencia ficción, de blogs tecnológicos y de programación. Coeficiente de 125 según un test oficioso de Mensa. Consumidor sin éxito de todo tipo de talleres de escritura.

Definirme por lo que la gente en el mundo real piensa de mí, cuando me tratan. Un hijo poco problemático, aunque con sus rarezas. Un hermano normal. El mejor de los nietos posibles (¡esas abuelas!). Un alumno aplicado. Un alumno inteligente. Un alumno mediocre. No sé, no destaca. Hay para todos los gustos. Un inquilino ejemplar, ni una sóla queja en todo este año. Un compañero de trabajo tranquilo. Un maldito friki. Un subordinado estándar, a veces eficiente, a veces imposible. Me mira raro.

Definirme por lo que la gente en el mundo real piensa de mí, cuando no me consideran individuo sino número. Un documento nacional de identidad para el estado. Un expediente en la universidad. Otro expediente en la seguridad social. Una cuenta en el banco. Un número de teléfono. Uno más en el Linux Counter. Alguien que rebuzna en las manifestaciones. Un descerebrado al que se puede influenciar en temas de los que no sabe. Un borrego más. Un miserable que le roba a los demás el pan de cada día, y un terrorista. Un pendejo electrónico. Un creador de obras culturales.

Definirme por aquello que yo quiero para mí mismo y para mi entorno próximo. Quiero lo mejor para tí, siempre, de la mejor forma posible, la que te haga más feliz y más libre, porque eso automáticamente me hace feliz a mí. No disfruto si lo hago sólo, si no comparto. Eso me convierte en ¿un idealista? Un gilipollas por lo menos.

Definirme por lo que la gente en el mundo electrónico piensa de mí, la idea que se forman cuando me escuchan... Ya, claro. Pero es que no me escucha nadie.

Nadie me deja comentarios. Probablemente es debido a partes iguales a que éste es un espacio de reciente creación, y al contenido, a que escribo de temas sin interés para la mayoría, de una forma criticona y con insultos velados o no. Bueno, pues dime por lo menos que no te gusta lo que hago, que sobro, que sólo añado ruido de fondo a la blogosfera, pero lo que quiero saber es que hay alguien ahí fuera además del google bot. Sé que es difícil de leer cualquiera de mis anotaciones, que son absurdamente largas y que no aportan ideas originales, que la mayoría de las veces pueden parecer irrelevantes para la discusión del momento. Pues dímelo. Y yo me comprometo a empezar también a responder. Porque no quiero estar aquí sólo. A pesar de que todo esto empezó como un ejercicio de catarsis, y lo sigue siendo, se agradece que de vez en cuando alguien te ponga la mano en el hombro para decirte “entiendo cómo te sientes” y lo diga en serio.

Escribe, postea, anota, comenta, o enlaza. Participa, en definitiva, porque ésta es una de tus voces en Internet.
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La ilusión del dinero infinito

Otra de esas gloriosas frases recurrentes en el negocio de la música, “un disco descargado de las redes entre pares es un disco menos que se vende en las tiendas”.

Claro, claro. Sólo un pequeño detalle que aportar a la discusión, basado en mi experiencia personal. Estoy acostumbrado a recorrer las ferias del libro antiguo o de ocasión y de segunda mano para comprar literatura de evasión, una vez al año, dos, en el mejor de los casos, y entonces me hago con una docena de libros. No son especialmente buenos, con excepciones, pero son baratos y me sirven para pasar el rato. Aún así a veces me encuentro un ejemplar especial que me apetece leer porque me han hablado muy bien de él, o porque trata un tema que me interesa, o porque he leído otros del mismo autor y quiero arriesgarme, pero el precio todavía es muy alto. ¿Qué hago? Pues me fastidio y no lo compro.

Entendámosnos. No es por falta de dinero, aunque mi sueldo no es ninguna maravilla y pago alquiler, sino por el valor que le doy yo a mi tiempo de ocio. Es decir, que aunque tenga el dinero suficiente, no me permito el lujo de gastar treinta y cinco euros en un libro que no necesito, por mucho que me apetezca, porque hay otras cosas más importantes a las que destinarlo. Puedo esperar un año más a que baje más de precio o a que deje de interesarme. Paso con libros de hasta diez euros y dejo los otros para cuando necesite darme un capricho. Naturalmente, sería distinto si no tuviera problemas de liquidez, si dispusiera de dinero infinito para dedicarlo a mi ocio. Entonces podría olvidar los libros de segunda mano y de mirar los precios antes de comprar, e incluso perdería capacidad de discriminación y me permitiría libros que sé buenos, libros que supongo buenos, libros que desconozco, o que me llaman la atención por el nombre del autor o por el diseño de su portada o por el tipo de letra o... Es decir, que el tener una cantidad limitada de dinero es lo que determina los libros que compro y, por supuesto, intento elegir los mejores.

Eso mismo veo que pasa con la música. Si alguien dispusiera de dinero infinito, se hubiera comprado ya todos los discos que ahora se descarga en las redes porque su economía no se resentiría. Pero en el mundo real las personas se manejan con una cantidad limitada de recursos, así que poca gente puede aspirar a todo lo que le apetece. Tiene que elegir comprar sólo lo mejor. Y hoy día para mí no es tan sencillo elegir un disco de música que no me deje la sensación que me están estafando. En la calidad del contenido, quiero decir.

Así que cuando han aparecido los contenidos de los discos en las redes entre pares, sin coste, la gente puede vivir la ilusión de dinero infinito: descargar todo lo que le apetece sin necesidad de limitarse y discriminar... pero eso no supone pérdidas al mundo real en una proporción uno a uno como me quieren hacer creer. Porque no se hubieran vendido todos ellos, sino sólo los mejores.

Es decir, que si lleno tres discos de música descargada de Internet con la discografía de un grupo que en toda su carrera ha sacado diez discos y cuatro recopilatorios, es porque probablemente tenía tres euros para gastar, el precio de los cds que he comprado, en vez de los más de doscientos que me costaría la colección completa. Esa es la pérdida para la industria musical. Tres euros. Y por ese dinero no me hubiera podido comprar siquiera uno de los discos. Entiéndelo. No podía haber pagado la colección completa, así que no es una venta perdida, sino una ganancia en publicidad, en clientes para los conciertos. O para los discos, si alguna vez me los pones a un precio asequible.

Con lo que tienes que quedarte, querida industria musical, es que únicamente tengo para gastar una cantidad finita de dinero. Y si con ella puedo elegir entre escuchar cien discos o escuchar sólo diez, me quedo con la primera opción. Por mucho que te moleste y que me grites. Es una cuestión de números.
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P2P y ética: la segmentación regional y las protecciones anticopia

Segundo ejemplo. La protección regional del dvd.

En realidad no sé si este ejemplo es correcto, porque se acerca peligrosamente a lo ilegal. Conspiración para repartirse el mercado y dominar el mundo o algo parecido.

¿Qué pensarías si un país sólo te permitiera caminar por sus calles si llevas calzado nacional? ¿Te imaginas tener que cambiar de zapatos en la frontera, abandonar los viejos, buenos y cómodos, para calzar unos autorizados en esta zona, que tienes que comprar a dos veces el precio al que estás acostumbrado y encima te quedan pequeños? Pero no protestes, que lo hacen para proteger a la industria nacional del calzado de la amenaza de los zapatos extranjeros, más baratos no se sabe cómo. Ahora que el mundo es cada vez más pequeño y puedes comprar desde el ordenador en cualquier parte del globo, o tal vez a causa de ello, la industria regional tiene que protegerse artificalmente para seguir siendo competitiva. Sabes que si lo hiciera un país nos parecería ridículo, pero si fuera la práctica habitual ni nos llamaría la atención.

Y eso es lo que pasa hoy en la industria del cine. Las grandes distribuidoras americanas, que en la práctica son quienes deciden qué podemos ver y cuándo, partieron el mercado en seis grandes zonas para que poder distribuir básicamente la misma película, pero conteniendo los efectos de la ley básica de la oferta y la demanda al interior de cada una de ellas. Así, si una zona resultaba muy barata, por falta de demanda, por ejemplo, no ponía en peligro los beneficios en las otras. Y el consumidor no podía elegir el producto más barato, sino sólo el más barato dentro de su zona.

Las distribuidoras no pudieron hacerlo solas, y contaron con la colaboración de los fabricantes de productos de electrónica de consumo. Los reproductores actuales son los encargados reales de comparar los códigos de región del consumidor y del producto, y reproducirla sólo si coinciden. Es decir, que un electrodoméstico que he comprado legalmente, y una película que he comprado legalmente, se pueden negar a funcionar porque los he adquirido donde los distribuidores no quiere que yo compre. A los fabricantes de aparatos que no querían seguir las reglas, aquellos que querían reproducir los productos de varias zonas, tecnológicamente trivial, los forzaron a aceptar o quedarse al margen.

Un detalle que lo evidencia. Aprendiendo de los errores de la música, el cine decidió que los soportes fueran cifrados y que el método sólo fuera conocido y utilizado por las empresas que decidieran seguir sus reglas de juego. El método de cifrado no resistió mucho. Se consiguió esquivar con un par de operaciones y así llegar a utilizar el ordenador para reproducir los contenidos sin las limitaciones de los códigos regionales. Pero quien lo hizo fue perseguido hasta hace bien poco, que se determinó que no habia cometido delito alguno.


Tercer y último ejemplo. Las protecciones anticopia de los discos de música.

Otra vez cerca de la frontera lo ilegal, y por supuesto, moralmente reprobable. Si la Ley me da permiso para hacer copia privada de las obras que yo quiera, ¿porqué me lo prohibe después la industria musical incluyendo protecciones que me impiden ejercer ese derecho? Y eso sin tener en cuenta que se están cobrando el canon de mi soporte en concepto de pérdidas económicas por copia privada, y sin contar tampoco que ahora quieren ilegalizar las herramientas que puedan saltarse esas protecciones... no las que lo hagan, sino las que tengan el potencial para poder hacerlo. Y prohibir la difusión de información que facilite saltarlas. ¿De verdad es legal? Igual es que no se protesta lo suficiente.

Ya sabes que las leyes deben ser interpretadas según la realidad del momento histórico en que vive la sociedad, de manera que los comportamientos mayoritariamente aceptados como normales automáticamente son legales. Igual es que se admiten las protecciones anticopia como legales porque nos hemos acostumbrado a ellas, porque no protestamos para que nos las quiten, porque creemos que son justas. Pero es que si no hacemos algo ya van a quedarse ahí definitivamente adquiriendo el estatus de legales. Y a propósito, esa es la razón por la que diariamente nos machacan con mensajes de que el P2P es malvado, a un paso del terrorismo, de que hay que pagar por la música y el cine, de que hacer copias privadas es lo mismo que robar, y similares. Es porque si llegan a creérselo un número suficiente de personas, se convierten en ciertas. Pero cuidado, pequeños, que a eso podemos jugar todos, y si conseguimos convencer a un número suficiente de personas de que deben reclamar sus derechos como consumidores las discográficas lo pueden pasar muy mal.


Conclusión.

Ya ves, todo este rollo para animarte a descargar todo lo que quieras de las redes entre pares. Es legal, es justo, y no tiene que ocasionarte problemas de conciencia porque es tan ético como el mundo en que vivimos. Pero antes de que te emociones demasiado, te aviso de que la mayor parte de lo que vas a encontrar en ellas no merece la pena. Estamos inmersos en el equivalente cultural a un basurero. Es lo que pasa cuando la cultura se trata como negocio y se vende por volumen, que se pierde la perspectiva.
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P2P y ética: el canon a los soportes

Decía en la anotación anterior que iba a hacer un repaso a situaciones legales moralmente reprobables.

Primer ejemplo. El canon a los soportes de contenidos culturales.

Para que el derecho a copia privada no repercutiera negativamente en la visión mercantilizada de nuestra época (a pesar de ser un derecho mucho más antiguo) y asustara a futuros creadores, a las cabezas pensantes se les ocurrió que de cada copia realizada los autores se llevaran un porcentaje. Era una primera idea, pero irrealizable. Dependía de la buena voluntad de las empresas de duplicación, por ejemplo las fotocopiadoras, decidir cuándo una obra tenía que pagar derecho de autor, anotar a quién pertenecían y hacérselos llegar al organismo adecuado para que los repartiera. Demasiado trabajo para ellas, así que no lo hacían. Mientras yo estudiaba la carrera tenía una lista de empresas fotocopiadoras donde podía llevar libros y los consideraban como apuntes de clase, otras donde sólo te permitían fotocopiar una porción del libro, sobre el diez por ciento, y encima te lo cobraban a precio de oro, y otras donde directamente se negaban a trabajar con libros diciendo que era ilegal. La solución corregida que se les ocurrió a continuación fue algo más directa. Ponerles impuestos especiales a las máquinas de reproducción, de manera que por cada fotocopia que se haga, sea del tema que sea, sea obra protegida o del dominio público, sea una copia privada o copia con ánimo de lucro, paga impuestos a la asociación de escritores más importante.

Pero es que en mi trabajo tenemos varias máquinas de esas y también pagamos ese impuesto, y eso que no puede ser cosa más alejada del trabajo de esos escritores que lo que hacemos nostros. Pero callamos y tragamos. Es injusto, pero no ilegal. ¡Ah! Y la administración estatal y local también pagan, aunque no me imagino a los funcionarios fotocopiando poesía para leerla a la hora del café. Y pagan los colegios, institutos y universidades, y otros centros de investigación o de difusión de la cultura, por si acaso. Mejor justos y pecadores a que se nos escape un sólo pecador. Pero hay una pregunta básica. ¿Y cómo se reparten esos beneficios? Porque no hay forma de saber a quién se fotocopia. ¿Es un fondo común y se distribuye equitativamente? Porque entonces yo quiero una parte, que he prestado mis apuntes mil veces.

Eso con las fotocopiadoras, porque hasta ahora pueden ser controladas. Dentro de poco, cuando se abaraten, estén en todos los hogares y no puedan ser contabilizadas tan fácilmente, será más rentable poner un impuesto sobre el papel. No, no es broma. Lo hay sobre las cintas de video y sobre las casetes, porque hay demasiadas grabadoras y reproductores de esos por ahí adelante. Imagina, “Buenas ¿Tiene usted video? Pues me debe diez mil y la voluntad. ¿Que nunca lo ha usado este para grabar? ¿Pero para qué se lo compra, pillín? No importa, son diez mil. Gracias y hasta el año que viene”. Pues por eso te lo cobran al comprar las cintas.

Que alguien me corrija, por favor, pero me parece que también los escáneres e impresoras tienen un canon.

Y si eso pasa con los soportes tradicionales, ¡qué no va a pasar con los soportes digitales!

Desde su desarrollo inicial como sustituto del vinilo el disco compacto se ha ido extendiendo a otros espacios de uso y hoy es ya el método preferido para la distribución de música y de software. Hay una convergencia tan grande entre estos dos objetivos que el lector de los reproductores de música es idéntico al de los ordenadores (como también pasaba cuando los ordenadores guardaban software en cintas de casete). Fabricarlo y ponerlo a disposición del público sale todo más barato, porque, hoy día, la informática doméstica es uno de los motores más importantes de la innovación tecnológica y la guerra de precios beneficia al consumidor.

¡Pero es que la misma tecnología que les permite distribuir barato, también permitía a los consumidores hacer copias sin control! Evidentemente, porque es lo mismo. La industria musical protestó. No tenían forma de diferenciar sus obras culturales del resto de posibles contenidos de un disco compacto, así que también el disco debía pagar un impuesto. Por la posibilidad de que alguien lo usara para hacer una copia privada de una obra de un autor que les perteneciera, y la industria informática se podía ir a hacer gárgaras. El cd y también el dvd, porque tenían intención de empezar a usarlo para distribuir cultura. Y lo que apareciera a continuación. Y ya veremos si se extiende también a los discos internos de los ordenadores, reproductores digitales, teléfonos, asistentes personales, cámaras de fotos, y las líneas por donde circula la información. Así que ahora sufrimos límites jurídicos cuando no los hay tecnológicos.

No sé cuál es vuestra experiencia en el tema, pero debo confesar que yo no gastaría un disco en copiar música, que es más cómodo tenerla digitalizada ya en el ordenador. Así que cada vez que compro un cd, sé que no los voy a usar para hacer mis copias privadas y legales de música alguna. Pero es que ya tampoco compro tantos, sabiendo que con ello financio un despropósito tan grande. Además, por lo que he visto durante estos últimos años, por lo menos en mi entorno, esos discos se usan fundamentalmente para guardar software (que no puede ser considerado como copia privada; existe otra figura para él: copia de seguridad) o copias de respaldo regulares. Así que a lo mejor el canon del soporte debe empezar a repartirse entre la industria de la música y la de la informática.

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P2P y ética

Esta anotación me cuesta mucho más que las anteriores, porque trata de mi interpretación personal de normas jurídicas que conozco superficialmente. Cualquier conclusión extraída de aquí debe ser tomada solo como aproximadamente correcta, y revisada con un poco de detalle antes de poder usarla en la vida real. Acepto correcciones, y gracias por ellas.

Ahora mismo las redes P2P (redes entre pares) no son ilegales en España, aunque tal vez tenga que cambiar estas palabras en un futuro próximo, porque el sistema legal español garantiza el acceso a la cultura y su difusión mediante la figura de la copia privada. Es decir, la copia de un producto cultural con la condición de que sea para consumo privado y sin ánimo de lucro, es legal, porque con ello ganamos todos.

Un caso práctico. Si un amigo tuyo tiene un libro que te interesa leer, y lo deseas con ganas, tienes varias alternativas para hacerte con él de forma completamente legal. La primera es buscarlo en una tienda y comprarlo. Es la más rápida, pero también la más cara. O puede ser que no se esté editando en España. Puedes entonces suplicarle a ese amigo que te lo preste, así que te lo llevas a casa y lo lees, y luego se lo devuelves. Si insistes mucho es posible que incluso te lo regale, para que te lo lleves a casa y lo leas. También que te lo lea él mismo en voz alta, o que te cuente con sus propias palabras el contenido del libro. O puedes intentar comprárselo. Pero, atención, también es legal llevar el libro a la fotocopiadora más cercana y fusilarlo de la primera a la última página. Porque es para uso personal y no piensas sacar beneficio económico de él, ¿verdad? Y aún más, puedes hacer una nueva fotocopia de las fotocopias que ya tienes y se sigue considerando copia privada, con los mismos límites, porque en ningún momento en la legislación se indica que la copia privada deba hacerse de originales o de que sólo la puedan hacer los propietarios primeros de la obra.

Pues una red entre pares es una extensión de ese mismo concepto de copia privada. Tú puedes hacer una copia de los productos culturales de otra gente, presentes en sus ordenadores (libros digitalizados, dibujos o comics pasados por el escáner, discos de música, programas de televisión grabados, películas de videoclub, emisiones de la radio, fotos de sus vacaciones, videos domésticos....) y ellos pueden hacerla de lo que tú ofrezcas compartir.

Si el derecho a la copia privada se respeta en el primer caso, se debe respetar también en el segundo. La diferencia que todo el mundo ve entre estos dos casos es que en el mundo real la cantidad de copias privadas que puedes hacer de una obra es mucho más reducida, porque tienes que pagar el proceso de duplicación, mientras que en Internet el coste de copiar es cero. ¿Pero es esa una forma inteligente de proteger la explotación comercial de una obra? ¿Confiar en que el mercado no encuentre una forma barata de replicarla? Absurdo. Otra diferencia que me han sugerido es que en el primer caso se conoce a la gente que posee el original, o que la cantidad de amigos es un número finito, pero que en Internet no sabes quiénes ni cuántos acceden al material compartido. ¿Pero qué pasa? ¿Y si alguien le ha prestado el libro a mi amigo y yo no lo conozco? ¿Y si soy muy sociable y me conoce toda la ciudad? ¿Qué número de amigos máximo debo de tener, y amigos de amigos, para que empiece a considerarse ilegal prestarme libros?

Bien es cierto que sí hay diferencia entre que una obra tenga dos copias privadas o tenga dos millones, pero eso queda fuera del ámbito de la Ley. El hecho en sí es que hacer las copias privadas es legal, aunque también es normal que haya gente que llegue a considerarlo moralmente cuestionable. La gente responde de la manera en que han sido educados, y la idea de que no podemos disfrutar de nada sin haberlo pagado antes está muy arraigada en nuestro subconsciente. Pues lo siento. Hay que cambiar de chip, y empezar a pensar que nuestro derecho a crecer y disfrutar de la cultura que hemos creado entre todos, repito, entre todos, está por encima del derecho de unos pocos a comerciar con ella.

Y si aún hay dudas podemos hacer un repaso a otras situaciones legales y moralmente reprobables, en las próximas anotaciones.
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¿Se paga por la obra o por el proceso de producción de la obra? Preguntas erróneas sobre el negocio de la música

Para mí es evidente. Debería pagarse por la obra.

Esa frase tan recurrente de que los discos de música son caros porque tienen que comer las familias del autor, del intérprete, de los músicos, de los coreógrafos, de los ayudantes de producción, de los representantes del artista, de los responsables de las campañas de promoción, del peluquero de los perros... es poco menos que absurda.

Yo cuando voy al supermercado compro leche y no una participación de la vaca. Algo parecido a una cooperativa le compra la leche al ganadero. La procesa de alguna forma, le incrementa el precio y se la vende a una distribuidora. Ésta la envasa, la etiqueta, la promociona, le incrementa el precio y la distribuye a los supermercados a los que sirve. Éstos la colocan en sus estantes, le incrementan el precio y se la venden al consumidor. ¿Y voy a ser yo el responsable de que el ganadero no gane para vivir más cómodamente? ¡Venga ya!

Participo en una cadena, pero no tengo que considerarme responsable de ella. Si yo tengo algún problema con un producto, hablo con la tienda donde lo compré. Es su problema solucionarlo. O lo hacen o les denuncio, no hay término medio porque han aceptado las reglas del juego llamado mercado. Y lo intentan arreglar (en el mejor de los casos) hablando con el siguiente eslabón de la cadena. Pero eso a mí ya no me interesa. Para mí el asunto es algo personal entre el vendedor y yo.

Y en la música, querido, eso supone que yo no tengo la culpa de que hayas querido contratar a un cotizadísimo genio para hacer tu videoclip. O de que tengas que pagarle un riñón nuevo a tu representante. O que tengas que invertir millones para lavar tu imagen en una campaña publicitaria. Eso tiene que salir de tu bolsillo. Es lo justo. Yo pago por un disco, y no me importa cómo lo hayas hecho. Si es bueno te aplaudo. Si no, olvídate de mí. ¿O es que el precio final que me cuesta va a depender de mi situación económica y familiar? Pues eso.

Además, la música tiene una ventaja sobre el negocio de la leche. Un ganadero sólo puede vender lo que tiene. Pero un disco se puede replicar miles de veces a un precio insignificante. Así que, si el ganadero tiene que recuperar su inversión en cada producto que pone a la venta, en la música la inversión importante es para el primer ejemplar, y puede recuperarse poco a poco entre todas sus copias. Cuantas más se vendan, menos cuesta por copia recuperar el dinero.

Con respecto a la pregunta planteada al principio, hay un experimento muy sencillo que podéis hacer. Buscad dos supermercados dentro de la ciudad con distinto número efectivo de empleados (contad en un momento concreto la gente que está trabajando en caja, en la pescadería, carnicería, frutería, reponiendo, vigilando...). Mirad el precio del mismo producto en ambos centros. ¿Es más caro donde hay más gente trabajando? Difícilmente. Incluso es probable que sea más barato en el supermercado más grande porque sus productos tienen máyor volumen de ventas y eso va a ser considerado por su mayorista como positivo.

Pero eso es inconsistente con el razonamiento de que hay que subir el precio para darle de comer a más gente. ¿Se puede sacar alguna conclusión de ello?
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¿Se paga por el soporte o por el contenido? Preguntas erróneas sobre el negocio de la música

Para mí es evidente. Debería pagarse por el contenido.

Encuentro que algunos de los productos culturales más exitosos en mi entorno tienen un precio de venta tan bajo, a veces inferior al del soporte que los contienen, que no merecen la pena ser copiados. Estoy pensando, por ejemplo, en los periódicos. Por casi nada se compra uno, uno original. Y sin embargo hay miles de personas que viven de eso. No sólo los propios periodistas que trabajan de forma visible y firman las noticias, sino varias industrias auxiliares que han surgido para satisfacer las necesidades especiales de la prensa, viendo oportunidades de negocio: desde kiosqueros hasta repartidores, desde mecánicos en las rotativas hasta informáticos en las redacciones, expertos en documentación, en diseño y en cotilleos, agencias de noticias que trabajan ofreciendo todos los corresponsales que quieran permitirse. Un mundo. Eso desde un precio tan bajo como dos euros por ejemplar. Teniendo en cuenta que en España apenas se lee prensa escrita, y que hay decenas de peródicos compitiendo, parece extraño. ¿El truco? Vender mucho y muy barato.

Otro ejemplo interesante es el de la televisión en abierto. ¿Habéis intentado alguna vez calcular cuánto dinero se mueve por cada hora de emisión? Toma cualquier programa, mira los créditos que se deslizan al terminar, cuenta la gente que aparece y multiplica por el salario mínimo (por decir algo) ¿Crees que es poco? Piensa otra vez. ¿Cuánto cobran los presentadores de los telediarios, que disfrutan de ofertas y contraofertas de las distintas cadenas? ¿Cuánta gente hay por detrás de ellos que les sirven en bandeja las noticias sin llegar a dar la cara? ¿Por cuánto se ha comprado la película que estáis viendo, ésa que dicen de estreno? ¿Cuánto está cobrando el artista que hace playback en esa gala enlatada de fin de año? ¿Cuánto ha costado hacer la serie de producción propia que hay en estos momentos en pantalla? ¿O traer esa serie americana que causa furor allá y vemos con apenas dos temporadas de retraso? ¿O los premios millonarios que de vez en cuando aparecen en los concursos más malos de las cadenas? ¿Y los presentadores de programas nocturnos de moda? ¿Y sus colaboradores? En realidad es una cuenta muy difícil de hacer, y sólo se me ocurre responder diciendo que ahí hay mucho mucho mucho dinero invertido. Pero nosotros lo vemos gratis.

Vuelvo a repetirlo más despacio. Las televisiones se gastan una burrada de pasta para ofrecernos contenidos gratis.

¿Ilógico? Bueno, lo hacen todas ellas, no sólo una, así que de alguna forma retorcida tiene que tener sentido. A lo mejor podemos pensar que es una función social obligatoria para las cadenas públicas estatales y autonómicas (¡Dios nos libre de que nos eduque televisión española!), pero aún así las privadas se desmarcan de esa explicación. Esas funcionan como negocios, ya sabes, esos entes abstractos que buscan maximizar sus beneficios. ¿El truco? En esta ocasión está en que las televisiones se financian fundamentalmente con publicidad. Curioso paralelismo biológico. La publicidad es como un parásito que tiene que mantener vivo a su anfitrión para continuar viviendo y propagándose, así que debe trabajar para él. Me gusta. Algo haré con esta frase en otro momento.

En realidad también la publicidad ayuda a mantener los periódicos en pie, como es el caso de los diarios gratuitos que por fin han aparecido en España. Ha encontrado un nuevo nicho y lo está explotando. Bien por ella. Pero la publicidad tiene un cara visible (anunciar productos y crear una necesidad para ellos) y una cara oculta (anunciar puntos de vista y crear opinión), así que tampoco es el mejor ejemplo para los niños. Tal vez deberíamos mantener de momento alejada la publicidad del negocio de la música, ¿no? Demasiado tarde. Han visto para qué sirve y ya nos están diciendo lo que debemos pensar... pero sin lograr bajar los precios. Incompetentes.

Así que dejo de considerar aquellos negocios tocados por la publicidad en busca de otros ejemplos de productos buenos y sin embargo baratos. Miro a mi alrededor y veo algunos. Veo teléfonos móviles a precio de saldo (comparad el precio del mismo modelo dentro de una campaña de promoción, y el teléfono liberado). ¿69 euros más 100 gratis en llamadas? Eso no es rentable, pero estamos en medio de una carrera, con las empresas intentando adquirir más y más clientes antes de que se sature definitivamente el mercado. Veo el ejemplo del software libre, donde no sólo voluntarios sino empresas de renombre (y recuerda, su función es maximizar los beneficios) colaboran para hacer productos de alta calidad a un precio ridículo... cero. En este caso lo importante no es el producto en sí, sino involucrarse en construir las infraestructuras sobre las que vas a montar tus servicios, y si esa gente está ayudando a crear un nuevo espacio de negocios, es porque ya parten con ventaja debido a la experiencia que adquieren en el proceso. Veo un negocio de búsquedas en Internet, con una cifra ridícula de usuarios de pago, pero que se ha convertido en una de las más importantes del mundo (vale, tiene publicidad, pero está más controlada). Veo un negocio basado en telefonía por Internet, con apenas un 5% de usuarios de pago y con muy buena salud. Veo una empresa que vive muy bien simplemente de anunciar que hay gente que quiere vender algo que ya no necesita, y facilitar la comunicación entre el vendedor y compradores interesados... veo que todo es cuestión de contenidos.

En resumen. Personalmente estoy convencido de que si un producto (o servicio) es bueno, la gente lo quiere. Que si es barato, la gente lo compra. Y si se compra en cantidad suficiente, sus autores pueden vivir dignamente. Así que, industrias varias, haced buenos productos y ponedles un precio asequible o apartaos del camino, porque viene más gente detrás que sabrá hacerlo mejor.

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Nuevo modelo de negocio para la música

Estaba viendo el otro día en televisión esas imágenes donde aparecen granjas de ordenadores copiando discos de música a todo trapo, da igual el programa, aparecen siempre que hay que ilustrar el peligro de las “mafias de productos de bajo coste”, y por una de esas asociaciones libres que hace la mente sin mi permiso, me encontré dudando de todo lo que se decía en pantalla. No me considero una mala persona, pero es posible que a veces los malos tengan razón. Porque en verdad ¿es un delito lo que hacen? Cuidado, que la respuesta es sí. Es un delito porque se aprovechan del trabajo de otros (autores e intérpretes) que son los propietarios de los derechos de explotación y no les compensan económicamente. Pero en realidad están a un paso del negocio legítimo.

Ellos compran su material legalmente, las máquinas, los discos, los envases y lo que usen para hacer las carátulas, pagando religiosamente los impuestos indirectos que los gravan, producen las copias utilizando equipos propios con las preocupaciones de cualquier empresario, utilizan locales que les pertenecen, sus empleados no trabajan bajo coacción (más o menos), y su red de distribución está formada por vendedores voluntarios (más o menos). Por favor, pensad que cuando me refiero a voluntarios no quiero decir que lo hagan convencidos de que sea justo y necesario y bueno para su karma, sino que está muy alejado del caso de prostitución en moteles de carretera, por ejemplo.

Viéndolo así, si en cada disco vendido hubiera alguna forma de enviar un porcentaje del precio a los que tienen los derechos de explotación de la música, esas “mafias” serían los empresarios perfectos. No sólo cumplirían con la sociedad, sino que ya compiten con ventaja contra inmensas compañías establecidas hace años ofreciendo un producto similar a un coste mucho más bajo (un euro frente a quince). Eso es la esencia del capitalismo. Si han encontrado una forma más barata de hacer lo mismo, tienen ganado el derecho a competir en el mercado de la música.

Aunque todavía está el problema de la remuneración a los responsables de la música.

Se me ha ocurrido una pequeña idea para ello que, de momento, llamo “comercio justo de música” (cjdm).

Imaginaos algo similar a esto. Un puñado de empresas en España consigue el permiso para fabricar y vender discos sin canon, porque van a asegurarse de que no se usen para hacer copias privadas de música. Esos discos tiene que diferenciarse externamente, por ejemplo, con una banda de color, un logotipo especial, una leyenda “prohibida su venta a particulares” o algo. Los discos se manejarían en pequeños lotes, de unas 1000 unidades, y necesariamente tienen que llevar impreso el número de registro de lote.

Imaginaos que estas empresas (empresas originales) venden los lotes a cualquier empresa legalmente establecida en el país, de cualquier actividad comercial. Estas nuevas empresas (empresas cliente), serían las encargadas de crear la música y comercializarla: tiendas de discos, de ropa, videoclubs, restaurantes, gasolineras... sin discriminar a nadie. Lo único que necesitan hacer es coger los discos y grabar en ellos la música que les interese, de entre la disponible legalmente en el sistema, y luego distribuirla en sus negocios o en la calle.

En este esquema necesito también una asociación sin ánimo de lucro para que sirva de árbitro del sistema “cjdm”, que se dedicará a centralizar la información de qué autores y qué intérpretes ponen su música a disposición del sistema “comercio justo de música”, qué música es, cómo y dónde conseguirla, y será la encargada también de contactar después con ellos y repartirles los beneficios que les correspondan. Evidentemente, sujeta a auditorías regulares.

Al finalizar el año fiscal, las empresas cliente tienen que liquidar las cuentas de lo que han ganado con la venta de discos, indicando a la asociación anterior qué autores y qué intérpretes han utilizado en sus discos, cuántas veces y en cuántos discos, y a qué precio. Pagan a esa asociación el porcentaje correspondiente de la venta, y ella se encargará de hacérselo llegar a los responsables. Para llevar un mejor control de los discos sin canon, las empresas clientes también deben avisar a las empresas originales de qué números de lote han utilizado, o incluso devolver aquellos que no van a usar, siempre que no estén ya grabados.

Y es que ya está todo hecho, sin necesidad de legislación especial.

Un ejemplo. Una tienda de electrodomésticos quiere hacer una oferta de música electrónica con las compras de Navidad. Se pone en contacto con una de las empresas originales y pide un par de lotes de discos, así que allí queda registrado que el negocio AAA (con una identidad fiscal concreta) adquiere responsabilidad sobre el uso y distribución de los lotes 100 y 101. Le llegan los discos, visita la página web de la asociación “cjdm”, elige autor, elige intérprete, elige obras y las descarga, los combina en los discos de la forma que quiera, llevando cuenta de qué hay en cada uno, imprime las carátulas en la misma cartulina que hará de envoltorio, y se los vende a sus clientes. Al final del año le dirá a la asociación cuánto ha vendido, a qué precio, de quiénes eran las obras y le dará el dinero. Contacta también con la empresa original para decir que ha consumido los dos lotes, o para devolverles discos que le sobraron.

Con un proceso de creación de obras y distribución tan barato, se puede vender mucho más. Así que de cada disco vendido se destina, por ejemplo, un tercio a los autores, un tercio a los intérpretes y un tercio al vendedor. O se destina la mitad a autores e intérpretes y la mitad para el vendedor. Sería elección de los responsable de la música el elegir el sistema de retribución en que se pueden usar sus obras, entre las admitidas por el sistema “cjdm”, cuando las registran en ella.

¿Qué puede ir mal? Nada nuevo.

Si una empresa solicita discos sin canon, pero luego no justifica sus rendimientos de forma consistente, intentando quedarse con un porcentaje mayor de lo que le corresponde, se la puede perseguir fiscalmente. No es muy distinto a lo que hacen ahora las empresas que no quieren extender factura. Y siempre pueden hacerse inspecciones sorpresa.

Si una empresa destina parte de los discos sin canon para la venta a particulares, puesto que éstos están marcados físicamente, se pueden detectar, y como llevan un número de lote, se puede saber quién fue el responsable. Así que se puede perseguir a la empresa por fraude fiscal y evasión de impuestos. Incluso se puede suponer comprometido todo el lote y exigirle una compensación económica. Como los lotes tienen pocas unidades no supondría una sangría, pero la empresa pasaría a estar en una lista negra.

Si una empresa no autorizada empieza a crear discos que imitan a los del sistema “cjdm” para vender obras sin pagar después los derechos de explotación, se la puede perseguir por falsificación.

El sistema además tiene la ventaja de que se hace un seguimiento del stock al final de cada año, porque cada empresa cliente está obligada a informar a la empresa original de cúantos y cuáles lotes tiene todavía disponibles, o de informar a la asociación de cuántos discos ha vendido. Y si está bien hecho, las cuentas tienen que cuadrar.

¡Ah! Y acabas con la venta ambulante ilegal también. Si el mismo personaje que ahora tiene granjas de copiadoras, las usa con discos y obras “cjdm”, automáticamente se hace legal, y puede reaprovechar su red de distribución callejera ya sin problemas con la policía e informando del sistema de retribución a la gente de la calle. Venta y lavado de imagen, todo en uno. Bueno, existen algunos problemas más, porque estos empresarios actualmente no pagan el IVA, un 16% en productos de lujo, sus empleados no están asegurados y no pagan la seguridad social. Habría que convencerlos de que el margen de ganancia es todavía suficiente.

Tengo que pensarlo un poco más, pero parece un sistema posible hoy día, ¿no?

Naturalmente el punto débil es la existencia de una oferta musical interesante que pueda ser aprovechada. Investigaré el tema, pero a lo mejor alguien puede contestarme ya ahora: si yo interpreto la obra de un autor, tengo que pagarle un porcentaje, pero ¿está fijado en alguna parte cuánto es? ¿Es una cantidad de dinero o un porcentaje del precio de la interpretación? Y lo más importante, ¿tengo que pedirle permiso y él puede negarse a concedérmelo? Porque en caso necesario se pueden coger las mismas canciones que se escuchan en la radio y en televisión, alguien con buena voz puede versionarlas, y ya hay obras disponibles. Más la música de grupos que quieran promocionarse. Más la música en dominio público. Más la música con licencias compatibles.

Es sólo una idea, claro. Puede haber algún error de bulto que no veo y la haga inviable, pero estoy intentando dar con nuevas soluciones al problema.

Como ¿porqué va a pagar un usuario por un disco si puede descargar la misma música desde los almacenes de esa asociación “comercio justo de música”, por lo menos, aquella cuya licencia lo permita? Pues se me ocurren dos respuestas ahora mismo. La primera supone que lo importante es que el mundo se llene de música, así que no hacemos nada y el valor añadido del disco es aquella música que no puede descargarse de forma gratuita. La segunda es que se puede cobrar un precio simbólico por canción descargada, unos diez céntimos, de modo que para un empresario que va a copiarla en un par de lotes no es problema recuperar el dinero, pero un usuario que sólo va a disfrutar una copia se encuentra con que tiene un precio similar pagar por descargar cincuenta canciones o por comprar un cd, ¿porqué no se van a vender también canciones en formato mp3 y ogg? ¡caben centenares en un sólo disco!, con la ventaja de que los discos compilados por otro te permite descubrir nuevos estilos y nuevos intérpretes que después puede buscar y explorar por su cuenta.

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Al principio fue la ira...

Saludos.

Empiezo este cuaderno para desahogarme. Lo necesito, es la pura verdad.

A veces creo que voy a explotar de ver tanta tontería junta en la televisión, en los periódicos o en conversaciones casuales con la gente. Como no siempre estoy dispuesto a tragar lo que me echan, que mi estómago es frágil y quiero cuidarlo, considero que tengo dos salidas: o desconectar completamente de todo, encerrarme en un agujero y rezar para que el mundo mañana sea un poco más normal, o hacer algo para cambiarlo. No sé qué puede importar una persona sola, que nunca se ha considerado una revolucionaria, pero veo que hay un montón de pequeñas cosas que puedo hacer con poco que me esfuerce y creo que, por lo menos, merece la pena intentarlo.

No soy nadie importante. Trabajo como programador, es decir, el típico personaje que no cuenta. Tengo siempre retrasados varios proyectos simultáneamente en desarrollo, poco tiempo libre, una tesis que no avanza, y muchas ilusiones puestas en el futuro que el tiempo se encarga de ir aplastando una a una. Sí, sólo soy uno más de esos. Pero ahora con un blog. ¿Y qué temas imagino para este rinconcito mío? Ya que parece que ahora se busca fomentar en la gente de la calle (en mí, maldita sea) la idea de que restringir el acceso a la cultura es algo natural para que los autores de las ideas puedan vivir de ello, y como resulta que no estoy de acuerdo con el planteamiento, ese es mi tema principal de momento. Y es que no quiero que me mientan más de lo necesario, con esas mentiras poco imaginativas. Así que citaré legislación que no conozco, ofreceré ejemplos cogidos por los pelos, buscaré alternativas extravagantes para las respuestas más sencillas, simplificaré las cosas hasta el absurdo... todo ello con la intención de que a alguien le inspire una sola idea afortunada y llegue a sacarla adelante.

Mientras tanto, gracias por aguantarme.

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